Unas palabras para acallar los ruidos de mi cabeza, para aliviar este aire asfixiante que inunda mi pecho, para desatar el nudo que me impide saborear mi mate cocido en paz.

Extrañaré las mañanas junto a vos, los desayunos compartidos, las miradas que lo decían todo y a la vez nada, la comunicación silenciosa, los roces juguetones, nuestros susurros cargados de ternura y pasión. Los gestos cotidianos, las palabras de amor, de consuelo, de “estaré ahí pase lo que pase”. Me iba y no importaba dónde, porque sabía que estabas ahí, siempre pendiente de mí, de lo nuestro.

Nos conocemos tanto, y a la vez, ahora parece tan poco. Siento la necesidad de seguir por el camino, de recorrer esa ruta y mirar al costado sabiendo que estás ahí, que estoy ahí. Que nos amamos pese a todo, que nos reconstruimos una y otra vez, que crecimos a la par frente al mundo. Que los años pasaron pero aún así me pierdo en tu mirada.

Aunque sé que no se puede obligar a nadie a quedarse, sólo déjame decirte que sé que alguien más estará ahí. Alguien que volverá a compartir las mañanas y las noches, los susurros y las miradas. Que te sostendrá como vos también sostendrás. Que crecerá a tu lado, amará cada parte de vos, incluso aquello que creés imposible de amar. Porque eso es el amor: no entender por qué, pero sentir que todo de vos me encanta.

Hoy mi corazón está en lamentos, mi alma apagada, pero sé que lo superaré, que te superaré. Porque no hay fuerza en el universo capaz de impedirlo, y, al parecer, la nuestra tampoco.