Lo esencial sigue ahí
El otro día me agarró la nostalgia, de esas que te despiertan con un pequeño dolor en el pecho que quiere salir, que aprieta lo justo y necesario para recordarte que algo dentro tuyo sigue latiendo con fuerza.
Justo ese día estaba divagando entre una lista de películas para ver y pensé: ¿por qué no algo nostálgico? Ya que estamos, hagámosla completa. Entonces me acordé de una película que había ido a ver al cine hace tiempo: El Principito. Una película animada basada en el libro homónimo del autor Antoine de Saint-Exupéry.
Me sorprendí al ver que se estrenó en 2015. Diez años ya. Y yo ahí, sentada en la butaca del cine como si hubiese sido ayer. Qué loco cómo pasa el tiempo, cómo se desliza entre los dedos sin que uno lo note. En ese instante lo supe: esta era la película de la noche.
Y qué hermosa elección. Una historia que deja enseñanzas profundas sobre la vida, sobre el amor, sobre la pérdida, pero sobre todo sobre no olvidar al niño interior, ese que llevamos adentro aunque el mundo adulto intente silenciarlo.
No pude evitar llorar. Porque a veces no nos damos cuenta de que la vida se nos pasa mientras corremos detrás de pendientes, de facturas, de expectativas ajenas. De pronto, estamos tan inmersos en la rutina que perdemos la esencia de lo que era reírnos sin razón, inventar mundos, vivir sin miedo. Ser niños otra vez. No todo el tiempo, claro, pero sí lo suficiente como para no olvidarnos de quiénes fuimos. Y si tenemos suerte, recordar que esa versión nuestra era feliz con muy poco.
Me acuerdo que mi abuela me regaló el libro cuando era chica. Lo leí entusiasmada porque tenía dibujos, y yo —como muchos niños— me emocionaba con cualquier ilustración en un libro. Sé que lo leí varias veces, pero había cosas que no entendía. Especialmente el final. Me frustraba. ¿Cómo puede ser que termine así? ¿No hay nada más? ¡A este libro le faltan páginas!, pensaba.
Pero no. Ese final es lo que lo hace tan bello, tan eterno.
Con los años entendí que el final no es una falta, sino un umbral. Es el paso de una etapa a otra, es la muerte simbólica de una parte de uno mismo para dar lugar al nacimiento de otra. No es solo el fin de la infancia y el comienzo de la adultez; es el fin de cualquier versión vieja de nosotros que ya no nos representa. Es dejar ir, para volver a empezar.
Y a veces, para hacerlo, necesitamos a esa serpiente.
Sí, esa figura que parecía oscura cuando éramos chicos, hoy se nos revela como guía. A veces necesitamos atravesar el miedo, la pérdida, el dolor, para transformarnos. A veces duele crecer. A veces hay que reconstruirse desde cero. Porque la vida, si algo nos exige, es cambio.
Estas son algunas frases de El Principito que marcaron un antes y un después para mí:
Notas de El Principito
- •
"Lo esencial es invisible a los ojos."
- •
"Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante."
- •
"Uno corre el riesgo de llorar un poco cuando se ha dejado domesticar."
- •
"Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan)."
- •
"Los adultos nunca entienden nada por sí solos, y es cansador para los niños tener que darles explicaciones una y otra vez."
El Principito no es un libro para niños. Es un libro que habla desde la infancia, pero que está destinado a leerse muchas veces, en distintas edades, porque cada lectura revela algo nuevo.
Hoy lo veo como un mapa, uno que me recuerda que volver a mí misma, a lo esencial, es posible. Que no todo está perdido si todavía puedo mirar el cielo y recordar que en alguna estrella, alguien sonríe porque yo también estoy mirando hacia arriba.
"On ne voit bien qu’avec le cœur. L’essentiel est invisible pour les yeux."
— Antoine de Saint-Exupéry